especialmente a los que andan en pos de la carne, en la concupiscencia de inmundicia, y desprecian la potestad. Atrevidos son, audaces, que no temen decir injurias contra las dignidades:
¡En su consejo no entres, oh alma mía, ni con su asamblea te juntes, honra mía! porque en su saña mataron hombres, y en su voluntariedad desjarretaron bueyes.
Y POR casualidad se encontraba allí un hombre de Belial, que se llamaba Seba, hijo de Bicri, benjamita; el cual tocó trompeta, y dijo: ¡No tenemos parte en David, ni hay herencia para nosotros en el hijo de Isaí! ¡Cada hombre a su estancia, oh Israel!
Entonces como viese todo el pueblo que no les escuchaba el rey, el pueblo dió respuesta al rey, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros en David? ¡y ninguna herencia tenemos ya en el hijo de Isaí! ¡A tus tiendas, oh Israel! ¡Ahora pues, David, mira por tu casa! E Israel se fué a sus tiendas.
Ni siquiera en tu pensamiento maldigas al rey, ni en tu cámara de dormir maldigas al rico; porque algún pájaro del cielo llevará la voz, y alguna avecilla divulgará la noticia.
¡Oh generación perversa, atended al oráculo de Jehová! ¿Por ventura he sido yo un yermo para Israel, o una tierra de densas tinieblas? ¿por qué pues ha dicho mi pueblo: ¡Sacudimos el yugo! ¡no volveremos más a ti!
Empero la persona que obrare con mano alzada, sea de los de vuestra nación, o sea de los extranjeros, ese tal es blasfemador de Jehová; y la tal persona será cortada de en medio de su pueblo.
¿Acaso no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas,
Porque esto lo sabéis con certeza, que ningún fornicario, ni persona impúdica, u hombre avaro, el cual es idólatra, tiene herencia alguna en el reino de Cristo y de Dios.
¶Haced morir pues vuestros miembros que están sobre la tierra a saber: fornicación, inmundicia, pasiones desordenadas, malos deseos, y avaricia, la cual es idolatría;
Porque el obispo ha de ser sin reproche, como que es administrador de Dios; no soberbio, no colérico, no rencilloso, no peleador, no codicioso de torpe ganancia;
¶Honroso sea el matrimonio entre todos, y sea el lecho conyugal sin mancilla; porque a los fornicarios de una parte, y a los adúlteros de otra, Dios los juzgará.
Éstos son murmuradores, quejumbrosos, que andan en pos de sus concupiscencias, y su boca profiere palabras hinchadas, teniendo en admiración las personas de los hombres, por motivos de interés.
Porque se han entrado disimuladamente ciertos hombres impíos (hombres que desde antiguó fueron señalados para esta condenación), los cuales tornan en lascivia la gracia de nuestro Dios, y reniegan de nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo.
Pero algunos hijos de Belial decían: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tenían en desprecio, y no le trajeron presente: mas él disimuló, haciendo como que nada oía.