Pues aunque yo me gloriase algo más todavía respecto de nuestra autoridad (que nos dió el Señor para edificaros, y no para derribaros), no sería avergonzado.
Por tanto, escribo estas cosas, estando ausente, para que, estando presente, no use de severidad, según la autoridad que me ha dado el Señor, para edificación y no para demolición.
Y rogamos a Dios que vosotros no hagáis ningún mal: no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis lo que es propio, aunque nosotros seamos como reprobados: