En seguida, el Espíritu me elevó y me llevó en visión, por el Espíritu de Dios, a Caldea, a los de la cautividad. Y así subió de cerca de mí la visión que yo había visto.
Él entonces les dijo: Escuchad mis palabras: Si hubiese profeta tal como vosotros, yo Jehová me daría a conocer a él en visión, o en sueños le hablaría.
¶Y a la noche siguiente se puso junto a él el Señor, y dijo: No temas, Pablo, pues así como has dado testimonio de mí en Jerusalem, así es menester que des testimonio también en Roma.
Ahora pues, hermanos, si yo fuere a vosotros, hablando en lenguas extrañas, ¿qué os aprovecharé? ¿Ni cómo os seré de provecho a menos que os hablare ora por medio de revelación, o de ciencia, o de profecía, o de enseñanza?
¶¡Me he hecho un insensato! vosotros me compelisteis; pues yo debiera haber sido encomiado por vosotros: porque en nada he sido inferior a los más eminentes apóstoles; aunque nada soy.
Y para que yo no fuese ensalzado desmedidamente, a causa de la grandeza de las revelaciones, me fué dada una espina en mi carne, un mensajero de Satanás, que me abofetease, a fin de que yo no fuese ensalzado desmedidamente.
Y él me ha dicho: Bástate mi gracia; pues que mi poder se perfecciona en tu flaqueza. Por tanto yo muy gustosamente me gloriaré con preferencia en mis flaquezas, para que el poder de Cristo haga morada conmigo.
Y en ello doy mi opinión; puesto que esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes de los macedonios, no solo a hacer, sino a quererlo hacer, el año pasado.
Y subí por revelación; y expuse delante de ellos aquel evangelio que predico entre los gentiles; mas privadamente a los de reputación; no fuese que de cualquiera manera yo corriese, o hubiese corrido en vano.
Porque esto os lo decimos en palabra del Señor: Que nosotros los vivientes, los que quedemos hasta el advenimiento del Señor, no llevaremos ventaja alguna a los que han dormido ya:
Sabemos empero que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento, para que conozcamos a aquel que es verdadero; y nosotros estamos en el que es verdadero, es decir, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios y la vida eterna.