Entonces se levantó Faraón de noche, él y todos sus siervos y todos los Egipcios; y hubo grande alarido en Egipto; porque no había casa donde no hubiese algún muerto.
¡Aullad, oh pastores, y clamad; y revolcaos en ceniza, oh mayorales del rebaño! porque cumplidos son los días determinados para vuestro degüello; y os dispersaré, y caeréis como un vaso precioso.
Como a estas horas el día de mañana te enviaré un hombre del país de Benjamín, a quien ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo de mano de los Filisteos; porque he mirado propicio a mi pueblo, por cuanto ha llegado a mí su clamor.