De esta suerte David prevaleció sobre el filisteo con una honda y con una piedra, e hirió al filisteo y le mató: mas no había espada en manos de David.
Y así sucedió que en el día de batalla no se hallaba espada ni lanza en mano de ninguno de los de la gente que acompañaba a Saúl y a Jonatán; mas se hallaba en mano de Saúl y de Jonatán su hijo.
Y ciñóse David la espada de Saúl sobre sus armas, y probó a andar; porque no tenía experiencia de aquellas armas. Entonces dijo David a Saúl: No puedo andar con esto, porque no lo tengo experimentado: por lo cual las depuso David de sobre sí.
Y metiendo David la mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y tiróla con la honda, e hirió al filisteo en la frente, y quedó hincada la piedra en su frente; y él cayó sobre su rostro en tierra.
Por lo cual corrió David, y poniéndose sobre el filisteo, cogió su misma espada, y sacándola de la vaina, le acabó de matar, cortándole con ella la cabeza. Y como viesen los Filisteos que era muerto su héroe, huyeron.
Tomó además la vida en su mano, y mató a aquel filisteo, obrando Jehová así grande salvación para todo Israel. Tú mismo lo viste, y te regocijaste: ¿porqué pues quieres pecar contra la sangre inocente, matando a David sin motivo?
Y dijo el sacerdote: He aquí la espada de Goliat el filisteo, a quien tú mataste en el Valle de Ela, envuelta en un paño, detrás del efod. Si quieres tomar ésa, tómala, que aquí no hay otra sino ésta. Y respondió David: Ninguna hay como ésta; dámela.