un pueblo grande y de alta talla, los hijos de los Anaceos, que tú conoces, y de quienes has oído decir: ¿Quién puede quedar en pie delante de los hijos de Anac?
y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia; y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién hay como la bestia? ¿y quién puede lidiar contra ella?
Dijo entonces David a Saúl: Cuando tu siervo apacentaba el rebaño de su padre, siempre que se llegaba un león, o un oso, y arrebataba alguna res de la manada,