HABÍA cierto hombre de Ramataim-zofim, de la serranía de Efraim, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Elíú, hijo de Tohú, hijo de Zuf, efrateo.
Y los Galaaditas se apoderaron de los pasos del Jordán delante de Efraim; y fué así que cuando decían los fugitivos de Efraim: Quiero pasar; le preguntaban los hombres de Galaad: ¿Eres tú efrateo? y respondiendo él: No;
ACONTECIÓ también en los días que no había rey en Israel, que hubo cierto levita que habitaba como forastero en lo más adentro de la serranía de Efraim, el cual había tomado para sí una concubina de Bet-lehem de Judá.
Y era el nombre de aquel hombre Elimelec, y el nombre de su mujer, Noemí, y los nombres de sus dos hijos, Mahalón y Quelión, efrateos de Bet-lehem de Judá. Llegaron pues al país de Moab, y se quedaron allí.
¶Y por la mañana madrugaron y adoraron delante de Jehová; luego regresaron y vinieron a su casa en Ramá. Y llegóse Elcana a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella.
¶Y era David hijo de aquel efrateo de Bet-lehem de Judá, que se llamaba Isaí, el cual tenía ocho hijos; y aquel hombre, en tiempo de Saúl, era viejo, de edad provecta entre los hombres.
Atravesaron pues la serranía de Efraim, y pasaron por el país de Saalim, mas no las hallaron. En seguida pasaron por el país de Saalim; y no parecieron. Luego pasaron por el país de los Benjamitas, mas no las encontraron.
Ellos habían ya entrado en el país de Zuf, cuando Saúl dijo al mozo suyo que le acompañaba: Ven y volvámonos, no sea que mi padre, dejado el cuidado de las asnas, se afane por nosotros.