Todo aquel que es engendrado de Dios no peca; porque aquella su simiente divina permanece en él, y él no puede pecar, por cuanto de Dios es engendrado.
Porque la carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; pues que éstos son contrarios entre sí; de modo que no podéis hacer las cosas que quisiereis.