Por fin, apareció a los once mismos, estando ellos sentados a comer, y les afeó su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado.
no a todo el pueblo, sino a testigos que habían sido antes escogidos de Dios; es decir a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.