Estuvo espigando hasta la tarde, luego apaleó lo recogido, y había como unos cuarenta y cinco kilos de cebada.
Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad.
Dejad caer espigas de vuestros manojos para que las recoja, sin inquietarla'.
Lo cargó, fue a la ciudad y se lo enseñó a su suegra; sacó lo sobrante de la comida y se lo dio.