Ni siquiera entonces tú, en tu inmensa bondad, los abandonaste en el desierto: no se apartó de ellos la nube que durante el día los guiaba en su camino, ni la columna de fuego que por la noche alumbraba su ruta.
Fuesen dos días, un mes o un año, mientras la nube se posaba sobre la tienda, los israelitas seguían acampados y no se movían; pero cuando se alzaba, partían.