Durante todo el tiempo de su consagración al Señor no se acercará a ningún cadáver;
no se acercará a ningún cadáver; ni siquiera por su padre o por su madre debe hacerse impuro.
No os haréis cortes en la carne por un muerto ni os haréis tatuajes: yo, el Señor.
Así que en adelante a nadie conoceremos a lo humano; y si un tiempo conocimos a Cristo a lo humano, ahora ya no lo conocemos así.
No se saldrá del lugar santo para no profanar el santuario de su Dios, pues lleva sobre sí la corona del óleo de la unción de su Dios: yo, el Señor.