Cuando vio que la reina Ester estaba de pie en el atrio, le arrebató su encanto y tendió hacia ella el cetro de oro que tenía en la mano. Ester se acercó y tocó la punta del cetro.
Joab se postró rostro en tierra, y bendijo al rey, diciendo: 'Hoy sé que cuento con tu favor, oh rey, mi señor, pues has cumplido el deseo de tu siervo'.
David replicó: 'Tu padre sabe muy bien que yo soy tu amigo y se dice: Que no lo sepa Jonatán para que no se entristezca. Pero, por la vida del Señor y por tu vida, que estoy a un paso de la muerte'.
Y Josué exclamó: 'Señor, ¿por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, si es para entregarlo en manos del amorreo y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!
Tu siervo ha hallado gracia a tus ojos y has mostrado gran misericordia para conmigo conservándome la vida. Pero yo no puedo llegar a la montaña sin que antes me alcance el castigo y muera.