El Señor será tu guía siempre, en los desiertos saciará tu hambre, a tus huesos infundirá vigor, y tú serás como un huerto regado, cual manantial de agua, de caudal inagotable.
Junto al río crecerán, a una y otra margen, toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará y cuyo fruto no se agotará nunca. Todos los meses darán frutos nuevos, porque sus aguas manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de medicina.
Y vendrán cantando de alegría a la altura de Sión, volverán a gozar de los bienes del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y los bueyes. Su alma será un huerto bien regado y no volverán ya a languidecer.
Que sean cubiertos de vergüenza mis perseguidores, y no yo; queden ellos consternados, y no yo. Haz venir sobre ellos el día de la desgracia, destrózalos con doble destrozo.
Lot alzó sus ojos y vio toda la llanura del Jordán enteramente regada -esto era antes de que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra-, y aquella llanura hasta Soar era como el jardín del Señor y como el país de Egipto.