Ven, por favor, y maldice a este pueblo, que es más numeroso que yo; a ver si podemos derrotarlo y expulsarlo, pues yo sé que es bendito aquel a quien tú bendices y maldito aquel a quien tú maldices'.
Otra vez, cuando íbamos al lugar de la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía un espíritu adivinador, la cual con sus adivinaciones procuraba a sus amos muchas ganancias.
Tienen visiones falsas y profetizan mentiras los que dicen: ¡Oráculo del Señor!, sin que el Señor los haya mandado, ¡y esperan que se cumpla su palabra!
por no haber salido a recibir a los israelitas con pan y agua y por haber alquilado a Balaán para que los maldijese, aunque nuestro Dios cambiara la maldición en bendición.
El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: 'Mira que los profetas, todos a una, profetizan éxito al rey: haz tú como ellos, y profetiza el triunfo'.
El rey de Israel respondió a Josafat: 'Hay todavía uno por medio del cual podemos consultar al Señor; pero yo le odio porque nunca me profetiza cosas buenas, sino cosas malas. Es Miqueas, hijo de Yimlá'. Josafat dijo: 'No hable así el rey'.
Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos, y les dijo: '¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o no?'. Respondieron: 'Atácala, porque el Señor la pondrá en tus manos'.
Que los pueblos te sirvan y las naciones se inclinen ante ti. Sé señor de tus hermanos e inclínense ante ti los hijos de tu madre. Maldito sea el que te maldiga y bendito el que te bendiga'.
Pueblo mío, recuerda lo que tramaba contra ti Balac, rey de Moab, y lo que contestó Balaán, hijo de Beor. Acuérdate de Sitín y de Guilgal, para que conozcas las obras justas del Señor'.
Balac le contestó: 'Ven conmigo a otro sitio. Desde aquí no ves más que uno de los extremos del pueblo, no lo puedes ver entero. Maldícemelo desde allí'.