El Señor dijo a Moisés: 'No le temas, pues lo he entregado en tus manos, a él, a su pueblo y su territorio. Trátale como trataste a Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón'.
Entonces un hombre de Dios se llegó al rey de Israel, y le dijo: 'Esto dice el Señor: Ya que Siria ha dicho que el Señor es el Dios de las montañas y no el Dios de los valles, voy a entregar en tus manos a toda esa inmensa multitud, para que conozcáis que yo soy el Señor'.
Un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel, y dijo: 'Esto dice el Señor: ¿Ves toda esa inmensa multitud? Pues mira, yo la voy a poner hoy en tus manos para que sepas que yo soy el Señor'.
Y Josué les dijo: 'No temáis ni os acobardéis; sed fuertes y decididos, porque así tratará el Señor a todos vuestros enemigos contra los que tenéis que combatir'.
diciendo: ¡Escucha, Israel! Hoy mismo vais a dar la batalla contra vuestros enemigos. No desfallezca vuestro corazón. No temáis, no tembléis ni os asustéis ante ellos,
Og, rey de Basán, era el último sobreviviente de los refaítas: su cama era de hierro, y medía cuatro metros y medio de largo por dos de ancho, como puede verse todavía en Rabat de los amonitas)'.
No os rebeléis contra el Señor ni tengáis miedo de la gente de esa tierra, pues nos los comeremos como un bocado de pan. Ellos se han quedado sin defensa, y con nosotros está el Señor; no les tengáis miedo'.
Pero Sijón, rey de Jesbón, no nos permitió pasar por sus dominios, pues el Señor, tu Dios, había hecho inflexible su espíritu y había endurecido su corazón, con el fin de ponerlo en tus manos, como aún lo está hoy.