La gente que se les había unido tenía tanta hambre que los mismos israelitas, contagiados, se pusieron a llorar, gritando: '¡Quién nos diera carne que comer!
diciendo: '¡Ojalá hubiéramos muerto por mano del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos! Vosotros, en cambio, nos habéis traído a este desierto para hacer morir de hambre a toda esta muchedumbre'.
que todos los que han visto mi gloria y los prodigios que he hecho en Egipto y en el desierto, los que me han puesto a prueba por diez veces y no me han obedecido,
¿No es bastante que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel y nos hayas traído a este desierto de muerte, para que quieras todavía seguir tiranizándonos?
si decís: ¡No!, nos iremos a Egipto, donde no veamos más la guerra, ni oigamos el sonido de la trompeta, ni suframos más hambre, allí nos instalaremos,
'He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: a la tarde comeréis carne, y a la mañana os saciaréis de pan; así conoceréis que yo soy el Señor, vuestro Dios'.
Dirás al pueblo: Santificaos para mañana y comeréis carne, ya que os habéis quejado a los oídos del Señor, diciendo: ¡Quién nos diera carne para comer! ¡Estábamos mejor en Egipto! Pues bien, el Señor os dará carne para comer.