Después de la lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: 'Hermanos, si tenéis alguna palabra que comunicar al pueblo, decidla'.
El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, decía al pueblo: 'Hay seis días para trabajar; venid en ésos y curaos; no vengáis en sábado'.
Entonces los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se pusieron de rodillas delante del cordero, teniendo cada uno en la mano un arpa y copas de oro llenas de perfumes (las oraciones de los santos).