De muchos salían también los demonios, gritando: 'Tú eres el hijo de Dios'. Pero los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el mesías.
Los discípulos se acercaron y lo despertaron, diciendo: '¡Maestro, maestro, que perecemos!'. Él se levantó, increpó al viento y a las olas, que cesaron, y se hizo la calma.