Después de la lectura de la ley y de los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: 'Hermanos, si tenéis alguna palabra que comunicar al pueblo, decidla'.
Dios, entonces, les volvió las espaldas y los entregó al culto de los astros, como está escrito en el libro de los profetas: ¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto durante cuarenta años, casa de Israel?
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres, a anunciar la libertad a los presos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos