Entonces un ser de aspecto humano me tocó los labios. Abrí mi boca, hablé y dije a aquel que estaba delante de mí: 'Señor mío, con esta aparición me invade un malestar y me quedo sin fuerzas.
Después me dijo: 'No temas, hombre preferido por Dios, la paz sea contigo; sé fuerte y ten ánimo'. Al hablarme así me sentí reanimado y dije: 'Hable mi Señor, pues me has confortado'.