Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
El niño crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Por su parte, el joven Samuel iba creciendo, se hacía grato al Señor y a los hombres.
Pues el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios y es estimado de los hombres.
El niño crecía y se fortalecía en el espíritu. Y vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.