enviaré contra vosotros fieras salvajes, que devorarán a vuestros hijos, destrozarán vuestros ganados y os diezmarán hasta el punto de quedar desiertos vuestros caminos.
Y si yo hiciese venir contra este país animales dañinos que lo asolaran y redujeran a un desierto que nadie se atreviera a cruzar por miedo a las fieras,
Los dispersé entre los pueblos a quienes no conocían, y la tierra quedó desolada después de su partida, de tal manera que nadie pasaba por ella. La tierra de delicias quedó convertida en desierto'.
Los caminos de Sión están en duelo, pues nadie ya viene a sus fiestas; todas sus puertas asoladas, gimiendo sus sacerdotes, sus doncellas en pena, toda, ay, repleta de amargura.
Habrá paz en el país y nadie turbará vuestro sueño. Haré desaparecer de en medio de vosotros a los animales dañinos, y la espada enemiga no pasará vuestras fronteras.
Esto dice el Señor Dios: 'Cuando yo mande contra Jerusalén estos cuatro azotes: espada, hambre, animales feroces y peste para exterminar de ella hombres y animales,
Mandaré contra vosotros el hambre y las bestias feroces, que te dejarán sin hijos; la peste y la sangre pasarán por ti y descargaré contra ti la espada. Yo, el Señor, he hablado'.
Y aún suscitaré contra ellos cuatro azotes -dice el Señor-: Espada para matarlos, perros para arrastrarlos, aves del cielo y bestias de la tierra para devorarlos y exterminarlos.
Por eso la maldición devora la tierra, y sus habitantes sufren los efectos; por eso los habitantes de la tierra se consumen, y sólo quedan unos pocos hombres.
Él se dio media vuelta, los miró y los maldijo en el nombre del Señor. Entonces salieron del bosque dos osas y despedazaron a cuarenta y dos de aquellos muchachos.
se presentaron al profeta Jeremías y le dijeron: 'Acoge por favor nuestros ruegos y pide al Señor, tu Dios, por este pequeño resto que somos nosotros, ya que de tantos como éramos hemos quedado pocos, como estás viendo con tus propios ojos.