El indígena o extranjero residente que comiere carne muerta o destrozada por las fieras, lavará sus vestidos, se bañará y será impuro hasta la tarde; entonces será puro.
No comeréis ningún animal muerto. Lo darás al extranjero residente o lo venderás al extranjero de fuera. Tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
'¡Ah, Señor Dios - exclamé yo-, mira que yo no me he manchado jamás, no he comido desde mi adolescencia hasta ahora bestia muerta ni despezada, ni jamás carne inmunda entró en mi boca!'.