Comeréis la víctima el mismo día del sacrificio o al día siguiente, y lo que quede para el tercer día será quemado.
Cuando hagáis al Señor un sacrificio de reconciliación, ofrecedlo de manera que Dios os lo acepte.
Si se come de ella el día tercero, estando ya corrompida, Dios no la aceptará;
No dejaréis nada de él para la mañana siguiente; si queda algo, lo quemáis.