Y les dijo: 'Seguidme, porque el Señor pone a vuestros enemigos, a Moab, en vuestras manos'. Ellos lo siguieron, cortaron a Moab los pasos del Jordán y no dejaron pasar a ninguno.
Tan pronto como se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: 'Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estáte allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo'.
Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: 'José, hijo de David, no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer, pues el hijo que ha concebido viene del Espíritu Santo.
Vosotros no tenéis necesidad de luchar; deteneos, estaos quietos y veréis la victoria que os da el Señor. Judá y Jerusalén, no temáis ni os asustéis; salid mañana a su encuentro, y el Señor estará con vosotros'.
El espíritu del Señor vino sobre él, fue juez de Israel y salió a combatir contra Cusán Risatayín, rey de Edón; el Señor se lo puso en sus manos y lo derrotó.
Y el Señor dijo a Josué: 'No los temas, porque mañana, a esta misma hora, todos ellos caerán muertos ante Israel; desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros'.
Aquéllos cogieron en sus manos los cántaros y trompetas del pueblo. A todos los demás hombres de Israel los mandó a cada uno a su tienda, quedándose sólo con los trescientos. El campamento de los madianitas estaba debajo del suyo, en la llanura.
y Fineés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba a su servicio. Ellos preguntaron: '¿Saldremos otra vez a luchar contra nuestros hermanos de Benjamín, o nos damos por vencidos?'. El Señor contestó: 'Id, porque mañana los entregaré en vuestras manos'.