Jefté se fue lejos de sus hermanos y se estableció en el país de Tob. Se juntó con él una pandilla de bandoleros, que hacían incursiones bajo su mando.
Los amonitas salieron y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los sirios de Sobá y de Rejob y los hombres de Tob y de Maacá estaban en el campo.
Los amonitas se dieron cuenta de que se habían hecho odiosos a David, y enviaron mensajeros para contratar como mercenarios a los sirios de Bet Rejob y de Sobá, veinte mil soldados de infantería, del rey de Maacá, mil hombres, y de Tob, doce mil.
Se unieron a él todos los oprimidos, todos los que tenían deudas y todos los descontentos; David se hizo su jefe; llegaron a ser unos cuatrocientos hombres.
Los judíos, llevados por la envidia, echaron mano de unos gamberros, que provocaron tumultos y alborotaron la ciudad. Se presentaron ante la casa de Jasón para llevarlos ante la plebe;
La mujer de Galaad le dio también otros hijos; y cuando crecieron, éstos echaron a Jefté y le dijeron: 'Tú no tendrás parte en la herencia de nuestro padre, porque eres hijo de una mujer extraña'.