uno que esté puro tomará el hisopo, lo mojará en agua y rociará la tienda, todos los muebles y todas las personas que estuvieran en ella y al que haya tocado huesos humanos, a un asesinado, a un muerto o un sepulcro.
Tomad un manojo de hisopo, mojadlo en la sangre recogida en una cubetilla, untad con ella el dintel y las jambas y que nadie salga de su casa hasta la mañana siguiente.