Jesús respondió: 'Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis súbditos lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí'.
Se le dio poder, gloria e imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder era un poder eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.
En los días de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un imperio que jamás será destruido y cuya soberanía no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos imperios, mientras que él subsistirá eternamente,
Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, joven cría de una asna.