Josué dijo a los israelitas: '¿Qué esperáis para ir a conquistar la tierra que os ha dado el Señor, Dios de vuestros padres?
Desea el perezoso, pero en vano; el deseo de los diligentes será saciado.
Ellos respondieron: 'Hemos ido y recorrido la región hasta Lais. ¡Ánimo! Vamos a atacarlos, porque hemos visto que la tierra es muy buena. No dudéis en poneros en camino para conquistar aquella tierra.
Volvió por fin hacia las cinco de la tarde, encontró a otros que estaban parados y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?
La mano perezosa empobrece, la mano diligente enriquece.
Aquel día se dirá a Jerusalén: No temas, Sión, no decaigan tus manos.
Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello'.
Todo lo que esté en tu mano hacer, hazlo mientras puedas; porque no hay ni obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría en el abismo al que irás a parar.
Pero quedaban todavía siete tribus que no habían recibido su heredad.
Elegid tres hombres por tribu; yo los mandaré a recorrer el país y que me hagan una descripción de él con vistas a su partición cuando vengáis'.
Sé fuerte y ten ánimo, porque tú deberás dar a este pueblo la posesión de la tierra que a sus padres juré dar.
Josué era ya viejo, entrado en años, y el Señor le dijo: 'Tú eres viejo, de edad avanzada, y la tierra que queda por conquistar es mucha.