La tristeza querida por Dios produce un arrepentimiento salvador, de la que no hay que lamentarse, mientras que la tristeza producida por el mundo engendra la muerte.
Al salir el sol, Dios mandó un viento sofocante del este, y el sol abrasador caía sobre la cabeza de Jonás, el cual, a punto de desvanecerse, se deseaba la muerte y decía: 'Más vale morir que vivir'.
El Señor le dijo: 'Tú te enfadas por un ricino que no te ha costado fatiga alguna, que no has hecho tú crecer, que en una noche ha nacido y en una noche ha muerto,
Ajab entró en su palacio triste e irritado porque Nabot, el yezraelita, no le había querido dar la herencia de sus padres. Se metió en la cama, volvió la cara a la pared y no probó bocado.