Luego los marineros se dijeron unos a otros: 'Echemos suertes para saber quién es la causa de esta desgracia'. Echaron suertes, y la suerte cayó en Jonás.
Así pues, nada juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones del corazón, y entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que merezca.