Los hombres trataron de alcanzar la costa a remo, pero en vano, porque el mar seguía encrespándose contra ellos.
Ni sabiduría, ni inteligencia, ni consejo existen ante el Señor.
Si él sigue inmóvil, ¿quién puede conmoverle? Si retira su rostro, ¿quién puede percibirle? Pero aún sigue vigilando sobre naciones e individuos,
Respondió: 'Agarradme y tiradme al mar, y éste se calmará, porque sé bien que por culpa mía os ha sobrevenido esta borrasca'.
Entonces clamaron al Señor y dijeron: 'Señor, no nos hagas perecer por la vida de este hombre ni nos hagas responsables de sangre inocente, ya que tú, Señor, puedes hacer lo que quieras'.