Hasta la cigüeña en el cielo conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla siguen la época de sus migraciones. Pero mi pueblo no conoce la justicia del Señor.
Cuando los ramos están secos, se les rompe; vienen las mujeres y los queman. Por ser un pueblo sin inteligencia no se compadece de él su creador, no le da su favor el que le ha formado.
Levanté mis ojos y tuve otra visión. Vi dos mujeres. El viento soplaba en sus alas; sus alas eran como alas de cigüeña, y levantaron la medida entre la tierra y el cielo.
Por eso el león de la selva los asalta, el lobo del desierto los destroza, el leopardo está al acecho ante sus ciudades; todo el que sale fuera es despedazado; porque son muchos sus delitos, abundantes sus rebeldías.