Tus adulterios, tus gritos de lujuria, tus prostituciones vergonzosas sobre los collados y en el campo, todas tus infamias yo las he visto. ¡Ay de ti, Jerusalén, que continúas impura! ¿Hasta cuándo todavía?
Hay quien comete adulterio con la mujer de su prójimo, quien mancha con crimen nefando a su nuera, quien fuerza a su hermana, a la hija de su propio padre.
Porque hicieron algo que es una infamia en Israel: cometieron adulterio con mujeres de otros y pronunciaron en mi nombre palabras falsas, cosas no ordenadas por mí. Yo lo sé muy bien y soy testigo de ello -dice el Señor-'.
Ni él es más poderoso que yo en esta casa. Nada me ha prohibido más que a ti, puesto que tú eres su mujer. ¿Cómo podría yo cometer un mal tan grande y pecar contra Dios?'.
Tensan su lengua como un arco; la mentira, y no la verdad, prevalece en este país; sí, caminan de delito en delito y no me conocen a mí, dice el Señor.
Pues el país está lleno de adúlteros; a causa de la maldición el país está de luto, resecos los oasis del desierto. El afán de su carrera es el mal; su esfuerzo, la injusticia.