y conducirá a Sedecías a Babilonia, donde estará hasta que yo me ocupe de él -dice el Señor-. Si vosotros combatís contra los caldeos, no tendréis éxito?'.
Pero éste se ha rebelado contra él enviando sus mensajeros a Egipto en busca de caballos y hombres en abundancia. ¿Podrá tener éxito? ¿Podrá librarse quien hizo tales cosas? El que ha quebrantado un pacto, ¿podrá escapar?
para aquellos que vienen a combatir contra los caldeos. Pero esto no conducirá a otra cosa que a llenar la ciudad de los cadáveres de aquellos a quienes yo hiera en mi cólera y mi furor al retirar mi rostro de esta ciudad por motivo de toda su perversidad:
Aunque derrotarais al ejército entero de los caldeos que combaten contra vosotros y no quedasen entre ellos más que unos pocos malheridos, saldrían éstos uno a uno de su tienda y prenderían fuego a esta ciudad'.
Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, poseído del espíritu de Dios se presentó ante el pueblo y dijo: 'Esto dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos del Señor? No triunfaréis, pues si vosotros abandonáis al Señor, él os abandonará a vosotros'.
Traemos con nosotros a Dios a la cabeza; darán con las trompetas el toque de guerra contra vosotros. ¡Israelitas, no luchéis contra el Señor, el Dios de vuestros padres, pues no os saldrá bien!'.
Mira, los terraplenes que han levantado para el asalto alcanzan ya la ciudad, y la ciudad va a ser entregada en manos de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Todo lo que has anunciado se está verificando, y tú lo ves.
Pero las tropas de los caldeos salieron en su persecución y alcanzaron a Sedecías en las estepas de Jericó. Lo prendieron y lo llevaron a Ribla, en el país de Jamot, ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, el cual le anunció sus decisiones.
Ha uncido mis pecados sobre mí, su mano los ha entrelazado. Sobre mi cuello el yugo me quebranta las fuerzas. El Señor me ha entregado en sus manos y no puedo levantarme.
Hasta el rey, que se sienta en medio de ellos, se cargará el equipaje a las espaldas, saldrá en la oscuridad de la noche por una brecha que abrirán en el muro para sacarlo fuera y se tapará la cara para no ver su país con sus propios ojos.
Al verlos, Sedecías, rey de Judá, y todos los combatientes emprendieron la huida, saliendo de noche de la ciudad por el camino del jardín real, por la puerta situada entre los dos muros, tomando el camino de la Arabá.