Entonces los magistrados y el pueblo entero dijeron a los sacerdotes y a los profetas: 'Este hombre no debe ser condenado a muerte, porque nos ha hablado en el nombre del Señor, nuestro Dios'.
Se produjo un gran alboroto. Algunos maestros de la ley de la parte de los fariseos se levantaron y afirmaron enérgicamente: 'Nosotros no encontramos nada malo en este hombre. ¿Y si le ha hablado un espíritu o un ángel?'.
El centurión, por su parte, y los que con él estaban custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, tuvieron mucho miedo y decían: 'Verdaderamente éste era hijo de Dios'.
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los magistrados y a todo el pueblo: 'Este hombre debe ser condenado a muerte porque ha profetizado contra la ciudad, como habéis escuchado con vuestros propios oídos'.
Si te obstinas en callar, los judíos encontrarán ayuda y salvación por otra parte, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Y quién sabe si para una circunstancia como ésta no habrás llegado a ser reina!'.
Todas las autoridades y el pueblo entero, que habían aceptado el compromiso de manumitir a sus respectivos esclavos y esclavas y no tenerlos más sometidos a esclavitud, obedecieron y los emanciparon.