Pues esto dice el Señor: 'No entres en la casa en que se hace duelo. No vayas a llorar, ni a consolarlos, porque -dice el Señor- yo he retirado de este pueblo mi paz, mi misericordia y mi compasión.
Cuando los ramos están secos, se les rompe; vienen las mujeres y los queman. Por ser un pueblo sin inteligencia no se compadece de él su creador, no le da su favor el que le ha formado.
Pero aquel día montaré en cólera contra él, lo abandonaré y me esconderé de él. Un cúmulo de males y desgracias lo asaltará para devorarlo. Entonces dirá: Mi Dios ya no está conmigo; por eso me ocurren estas desgracias.
Y salió otro caballo rojo; a su jinete se le dio poder para quitar la paz de la tierra y hacer que los hombres se mataran unos a otros, y se le dio una gran espada.
Porque antes de estos días no había salario para el hombre, los animales no pillaban nada, no había seguridad de movimientos para nadie de cara al agresor. Yo mismo había enzarzado a los hombres unos contra otros.
A todas las alturas peladas del desierto han llegado los devastadores -porque el Señor blande una espada que devora-; de un extremo al otro del país no hay paz para nadie.
Pero yo os expulsaré de este país a un país desconocido para vosotros y para vuestros padres. Allí serviréis día y noche a otros dioses, porque yo no os concederé más misericordia.