Lo cargan a hombros, lo llevan, lo ponen en su sitio, y allí se está quieto. No se mueve de su sitio. A gritos le invocan y no responde, a nadie salva de la angustia.
El forjador trabaja al fuego y da forma a su obra a martillazos; la trabaja a fuerza de brazos; siente hambre, está agotado; no bebe agua, está extenuado.
Todavía continúan pecando; imágenes fundidas se han hecho con su plata, figuras de ídolos de su invención, obras todas de artesanos. Hablan con ellas, ofrecen sacrificios y envían besos a becerros.
¡Ay de quien dice al leño: 'Despierta'!; a la piedra muda: '¡Levántate!'. ¡Éste es el oráculo! Sí, cubierta está de oro y plata, pero no tiene soplo alguno de vida.