En cuanto Abrán se enteró de que su sobrino había sido hecho prisionero, armó a trescientos dieciocho de sus hombres más valientes nacidos en su casa y se lanzó en su persecución hasta Dan.
Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en mi casa; tuve también mucho ganado, vacas y ovejas, en mayor número que todos los que me precedieron en Jerusalén.
Muy justo eres tú, Señor, para que yo trate de litigar contigo. No obstante, quiero sólo exponerte un caso: ¿Por qué los malvados prosperan en sus caminos? ¿Por qué viven en paz los traidores?