¿Quién podría contar el polvo de Jacob? ¿Quién sería capaz de enumerar las miríadas de Israel? ¡Tenga yo la muerte de los justos! ¡Sea mi final como el suyo!'.
Tu descendencia será como el polvo de la tierra; te extenderás a oriente y a occidente, al norte y al sur. Por ti y por tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra.
Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Jacob, tus siervos, a quienes juraste por ti mismo diciendo: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo y toda esta tierra, de que os he hablado, se la daré a vuestra descendencia en posesión perpetua'.
te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tu descendencia, que será como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la otra orilla del mar, y tu descendencia ocupará la puerta de sus enemigos.
Después de esto vi aparecer una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Estaban en pie delante del trono de Dios y delante del cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Como las innumerables estrellas de los cielos y las incontables arenas del mar, así multiplicaré yo la descendencia de mi siervo David y la de los levitas, mis ministros'.
para dar a David cuenta del censo del pueblo: el total ascendía a un millón cien mil hombres en edad de guerra, en Israel, y cuatrocientos setenta mil en Judá.
Los israelitas, muy fecundos, se multiplicaron sobremanera, aumentando progresivamente y llegando a ser tan numerosos que llenaron toda aquella región.
Y Dios le dijo: 'Yo soy el Dios todopoderoso; sé fecundo y multiplícate. Un pueblo, un conjunto de naciones procederá de ti, y reyes saldrán de tus lomos.
Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y le daré todas estas tierras, y en tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra;
En cuanto a Ismael, también te he escuchado. Yo le bendigo: Le haré fecundo y le multiplicaré inmensamente, engendrará doce príncipes, y yo haré de él un gran pueblo.
Precisamente por esto, de un solo hombre, ya casi muerto, nació una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y como los incontables granos de arena que hay en las playas del mar.
pero el Señor tuvo compasión de ellos y, en atención a su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob, no quiso destruirlos, y hasta el presente no los ha echado de su presencia.