'No os hagáis ídolos, no os alcéis estatuas o estelas ni pongáis en vuestra tierra piedras esculpidas para postraros ante ellas, porque yo soy el Señor, vuestro Dios.
Pues si nosotros somos linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad es semejante a oro o plata o piedra, escultura hecha por el arte y el ingenio del hombre.
¡Maldito el hombre que haga un ídolo tallado o fundido, cosa horrible para el Señor, obra de artífice, y lo ponga en lugar oculto! Y todo el pueblo responderá: ¡Amén!
El primero fue y vertió su copa sobre la tierra, y una úlcera cruel y maligna sobrevino a los hombres que tenían la marca de la bestia y adoraban su estatua.
Los demás hombres que no fueron exterminados por estas plagas no se arrepintieron de las obras de sus manos, ni cesaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no podían ni ver, ni oír, ni caminar;
Y hasta puso la imagen de Aserá en el templo del Señor, del que Dios había dicho a David y a Salomón, su hijo: 'En este templo y en Jerusalén, elegida por mí entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre;
Y, después de aconsejarse, hizo dos becerros de oro y dijo al pueblo: '¡Basta ya de subir a Jerusalén! Aquí tienes a tu dios, oh Israel, el que te sacó de Egipto'.
El pueblo, viendo que Moisés tardaba en bajar de la montaña, se reunió en torno a Aarón y le dijo: 'Anda, haznos un Dios que vaya delante de nosotros, porque ese Moisés, el hombre que nos ha sacado de Egipto, no sabemos qué ha sido de él'.
Bien pronto se han apartado del camino que yo les había trazado; han hecho un becerro fundido y lo han adorado; le han ofrecido sacrificios y han dicho: Israel, éste es tu Dios, el que te sacó de Egipto'.
Yo le hablo cara a cara y a las claras, no en enigmas, y él contempla la figura del Señor. ¿Por qué os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?'.
Él devolvió las mil cien monedas de plata a su madre, y ella dijo: 'Quiero consagrar este dinero al Señor y que de mi mano pase a la de mi hijo para hacer con él una imagen tallada y chapeada'.
Alargó una especie de mano, me agarró por los cabellos y el espíritu me elevó entre la tierra y el cielo y me llevó, en visiones divinas, a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que da al norte, allí donde estaba situado el ídolo que provoca los celos.
Éste los tomó en sus manos, los fundió, los trabajó a cincel e hizo un becerro. Ellos dijeron: 'Israel, ahí tienes a tu Dios, el que te sacó de Egipto'.