y amargando su vida con trabajos forzados: en la fabricación de mortero y ladrillos y en las diversas faenas del campo, trabajos a los que los sometían con dureza.
Entretanto, y después de mucho tiempo, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que seguían gimiendo bajo la dura esclavitud, clamaron, y su clamor, provocado por la esclavitud, subió hasta Dios.
¿No sabéis cuál es el ayuno que me agrada? Abrir las prisiones injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper todos los yugos;
Y ahora, ¿qué hago yo aquí? -dice el Señor-. Mi pueblo ha sido hecho esclavo sin motivo; sus dominadores lanzan gritos de triunfo -dice el Señor- y sin cesar, todos los días, es blasfemado mi nombre.
Y lo pondré en la mano de tus opresores, de los que te decían: ¡Agáchate para que pasemos por encima!, y tú hiciste de tu espalda un suelo, un camino para los viandantes.
y los podréis dejar en herencia a vuestros hijos, después de vosotros, para que los posean a título de propiedad perpetua como esclavos vuestros. En cuanto a vuestros hermanos, los israelitas, ninguno tratará con dureza a los demás.
El Señor le dijo: 'Has de saber que tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, en la que serán esclavos y estarán oprimidos durante cuatrocientos años;
siguió el de los jóvenes y les habló de esta manera: 'Mi padre os puso un yugo pesado, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os castigó con azotes, yo os castigaré con latigazos'.
Por eso dice el Señor Dios omnipotente: No temas a Asiria, pueblo mío que habitas en Sión, cuando te hiere con la vara y alza el bastón contra ti, como lo hacía Egipto.