El rey, furibundo, se levantó del banquete, y se fue al jardín de palacio; entretanto Amán, comprendiendo que su ruina estaba decretada, se quedó para implorar a Ester por su vida.
El rey volvió a enviar un tercer capitán con sus cincuenta soldados. Pero este tercer capitán fue, se postró de rodillas ante Elías y le suplicó: 'Hombre de Dios, ¡por favor! Que mi vida y la de estos cincuenta siervos tuyos sea preciosa a tus ojos.
Sus súbditos le dijeron: 'Mira, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes; deja que nos pongamos sayales en los lomos y sogas al cuello y salgamos ante el rey de Israel. ¡Quién sabe si nos perdonará la vida!'.
Si el rey quiere agradarme y concederme lo que pido y atender mi deseo, que vuelva mañana con Amán al banquete que prepararé, y daré mi respuesta al rey'.
y le dijo: 'Si al rey le parece bien, si quiere agradarme, si mi petición le parece oportuna, si he merecido yo su afecto, deje sin efecto las cartas que Amán, el hijo de Hamdatá, el de Agag, escribió para exterminar a los judíos de todas las provincias del reino.