Vi que el carnero acometía contra el oeste, el norte y el sur; ningún animal podía resistirlo ni librarse de su poder; hacía todo lo que quería, y así se crecía.
Aquel que llega contra el rey del sur actuará a placer sin que haya quien pueda hacerle frente; se establecerá en la tierra santa llevando en su mano la destrucción.
Este rey actuará a placer; se hará orgulloso hasta engreírse por encima de toda divinidad; dirá cosas monstruosas contra el Dios de los dioses y prosperará hasta que se haya agotado la cólera, porque lo que está decidido se cumplirá.
Vi cómo alcanzó al carnero, cómo lo embistió, ebrio de cólera, y le quebró los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para hacerle frente; lo tumbó en tierra, lo pisoteó y no hubo quien librara al carnero vencido.
Después de ésta apareció otra bestia, la segunda, semejante a un oso; iba levantada de un lado y tenía tres costillas en las fauces entre sus dientes; y le dijeron: ¡Ea, devora mucha carne!
y por este poder que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y se estremecían en su presencia. Él mataba a quien quería, dejaba vivir a quien quería, a quien quería exaltaba y humillaba a quien quería.
Primogénito del toro, / a él la gloria; / sus cuernos son cuernos de búfalo, / con los que hiere a los pueblos / hasta los últimos confines de la tierra. Tales son las miríadas de Efraín, / las miríadas de Manasés.