Oí una voz que venía del cielo y decía: 'Escribe: Dichosos desde ahora los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, porque sus obras los acompañan'.
Tened en cuenta en qué tiempos estamos: ya es hora de despertar del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros la salvación que cuando abrazamos la fe.
Ella: Yo dormía, pero mi corazón velaba... ¡Una voz! Mi amor me llama: ' breme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta; mi cabeza está cubierta de rocío; mis bucles, del relente de la noche...'.
Paloma mía, en las grietas de las peñas, en escarpados escondrijos, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz, porque tu voz es dulce y tu rostro encantador'.