Y nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra podía abrir el libro y leerlo.
Oí que todas las criaturas del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar decían: Al que se sienta en el trono y al cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Porque ¿quién conoció el pensamiento del Señor?, ¿quién fue su consejero?
Miré, y no había nadie; entre ellos ningún consejero a quien pudiera interrogar y que me respondiese.
para que al nombre de Jesús doblen su rodilla los seres del cielo, de la tierra y del abismo,
Yo lloré mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de leerlo.