Padre, yo quiero que también los que me has confiado estén conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, que me has dado, porque antes de la creación del mundo ya me amabas.
Así volverán los liberados del Señor, llegarán a Sión entre gritos de júbilo; dicha eterna coronará su cabeza; alegría y dicha los acompañarán y huirán las penas y suspiros.
Después de esto vi aparecer una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Estaban en pie delante del trono de Dios y delante del cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.