Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas se acercó a mí y me dijo: 'Ven, que te voy a mostrar la esposa del cordero'.
La esposa pertenece al esposo. Pero el amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se alegra mucho al oír la voz del esposo. Así que mi gozo es completo.
Salta de júbilo, hija de Sión; alégrate, hija de Jerusalén, porque tu rey viene a ti: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, joven cría de una asna.
Despierta, despierta, vístete de tu fuerza, Sión; ponte tus vestidos más espléndidos, Jerusalén, ciudad santa. Pues ya no volverá a entrar en ti el incircunciso ni el impuro.
La verdadera circuncisión somos nosotros, los que damos culto llevados del Espíritu de Dios y estamos orgullosos de Cristo Jesús, no poniendo nuestra confianza en algo humano,
Ana oró de esta manera: 'Tengo el corazón alegre gracias al Señor, la frente alta gracias a Dios y la boca abierta contra mis enemigos; yo me regocijo en tu victoria.
¡Alegraos, naciones, con el pueblo de Dios! / Porque va a vengar la sangre de sus siervos, / a dar su merecido a los adversarios / y a perdonar a su tierra y a su pueblo'.
Cuando veáis esto, vuestro corazón se alegrará y vuestros huesos reverdecerán como la hierba. Sí, la mano del Señor se dará a conocer a sus siervos y su cólera a sus enemigos.
Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: 'José, hijo de David, no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer, pues el hijo que ha concebido viene del Espíritu Santo.
En aquel momento se produjo un gran terremoto y se derrumbó la décima parte de la ciudad, y en el cataclismo perecieron siete mil personas. Los supervivientes, llenos de terror, dieron gloria al Dios del cielo.