Gritó con voz potente: Ha caído, ha caído Babilonia la grande y ha venido a ser morada de demonios, guarida de todo espíritu impuro, refugio de toda ave inmunda y odiosa;
Y lo siguió un segundo ángel, que gritaba: 'Ha caído, ha caído Babilonia la grande, la que ha abrevado a todos los pueblos con el vino de su ardiente lujuria'.
Después un ángel vigoroso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la tiró al mar, diciendo: Así, de un golpe, será tirada Babilonia, la gran ciudad, y no se la encontrará jamás.
permaneciendo a distancia por miedo a sus tormentos, y dirán: ¡Ay, ay de la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte; en un instante ha llegado tu sentencia!
La gran ciudad se despedazó en tres partes, y las ciudades de las naciones se hundieron. Y Dios se acordó de Babilonia la grande, para darle el cáliz del vino de su ardiente ira.
Salió otro ángel del templo, gritando con voz potente al que estaba sentado sobre la nube: 'Echa tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de la siega, pues está seca la mies de la tierra'.
En medio de ella se tumbarán los rebaños y todos los animales del campo; hasta el pelícano y el erizo pasarán la noche en sus capiteles. El búho ululará en las ventanas y el cuervo graznará en los umbrales, porque quedó desnudo el artesonado de cedro.
Y tú anúnciales todas estas palabras y diles: El Señor ruge desde lo alto, desde su santa morada lanza su voz; ruge con fuerza contra su hacienda, lanza el grito de júbilo de los pisadores de la uva contra todos los habitantes de la tierra.